Novedades | 24 de noviembre de 2013

Enrique Morente, Flamenco en Flor

Enrique Morente Flamenco en Flor - Ilustración Dibujo a domicilio

La joven promesa del flamenco actúa este miércoles en Granada, su ciudad natal. En diciembre celebrará un Memorial a su padre.

Tiene 23 años y hace exactamente tres perdió a su padre, el que para el resto del mundo era el monstruo del cante flamenco, Enrique Morente. Para él también era “uno de los grandes”, el mejor. Pero también el que de niño le decía: “He sido pesado contigo lunes, martes y miércoles. Como no me has hecho caso, lo que queda de la semana, lo dejo pa’ ti. Si no lo aprovechas tú tendrás la culpa”. Morente quería que su hijo Kiki, como le llaman los amigos, dedicara algunas horas a lo que más le gustara. No le importaba si tenía algo que ver o no con el flamenco, lo único que le robaba el sueño es que fuera constante. Y lo fue. Eligió la guitarra y “Dios, y la genética, le otorgaron el don de la voz”. Este miércoles ofrecerá un concierto en Granada, muy cerca de la colina en la que está enterrado su padre, en las faldas de la Alhambra.

Enrique se ha convertido en una de las jóvenes promesas de un flamenco navajeado por la crisis, las fusiones chill out, y la ausencia de los grandes, como su padre o Camarón. Pero él no parece ser consciente de ello todavía. Para localizarle hay que hablar con su madre. “Puedo vivir sin móvil. No me hace falta para nada, mis amigos ya saben dónde estoy”. Y es cierto. Se le encuentra fácilmente en esa trinchera de duendes de voz desgarrada y cuerdas que no han conocido púa que es el barrio granaíno de Sacromonte. En sus cuevas de blanco cal pasa el rato con amigos de la infancia como Juan Habichuela Nieto, otro de los nombres con Rh flamenca. Y recuerda las noches de copas escuchando los singles de Triana, “los primeros Ketama, los modernizadores del flamenco”.

Pero los tiempos han cambiado y él quiere volver a la pureza del cante, a las raíces de la tradición jonda que vivió en su casa. “Aprendí todo lo que sé viéndoles a ellos, sobre todo a mi padre, que era muy disciplinado y un enamorado de la guitarra. Como todo el mundo sabe, todo cantaor es un guitarrista frustrado, así que él se encargó de llevarme a un conservatorio y enseñarme a tocar”, relata. “Mis primeros recuerdos del flamenco tienen como escenario mi casa, comiendo, con la guitarra. Observaba a mi padre enseñando a mi hermana; a mi madre hablando de cante; a los músicos que entraban por la puerta trayendo esos aires de bonanza que vivimos”, indica. Él llegó a conocer a Paco de Lucía. A Camarón no “porque era muy chico”. Y tuvo la oportunidad de actuar con sus hermanas Estrella y Soleá y su padre en Nueva York. “Estar al lado de ese bicharraco impone mucho”, asegura entre risas.

Memorial Morente

Ahora anda enfrascado en el concierto homenaje que ha organizado para el 3 y 4 de diciembre en el Teatro Español, “un lugar con mucha solera y que impone respeto”. “Vendrán amigos como Antonio Carmona, Alborán, Sabina...”. La tensión en su casa con los preparativos es máxima. Los nervios les han jugado alguna que otra mala pasada. No es para menos. “Lo estamos organizando con mucho cariño, va a ser histórico”, asegura. Aunque lleva actuando desde los 13 años, la emoción raya en lo lacrimoso en sus respuestas, cuando muestra esa mirada azul de marea baja que tan bien conjunta con su jersey marino de corazones de póquer.
Para huir de la vorágine de Madrid siempre tiene su hogar: Granada. “Mi ciudad es amor, música, arte... En cualquier sitio puedo sentarme y componer”, afirma. Pero su lugar favorito es el estudio de grabación que tenía su padre en frente de la Alhambra. “Está al lado de tomates, lechugas y cebollas que plantó él”. Allí es donde poco a poco va dando forma a su primer disco en solitario.

Enrique no trata de ser un revolucionario, “ni que de allí salga un nuevo Lágrimas negras”. Este joven tiene el alma reaccionaria y quiere recuperar el pasado. “Mi intención es mantener vivos los orígenes, la afición al verdadero cante. A pesar de la época tan mala que estamos viviendo todos -los músicos también- hay que rescatar lo clásico, la gente lo pide”, asegura.
Morente es consciente de que “la situación es muy difícil”. “Hay que tratar de estudiar, aprender y hacerlo lo mejor posible”. También asume la competencia: “Hay mucho músicos buenos de mi quinta”. Pero no duda en cuál es el camino a seguir: “Primero hay que cimentar las bases. No es conveniente innovar demasiado pronto”. Por eso su disco, que estará listo en un año, “coge un poco de aquí y un poco de allá de los cantes antiguos”. Sus dos hermanas le acompañarán con alguna canción. “Están en un buen momento”, asegura orgulloso.

¿Qué habría pasado si Enrique no hubiera heredado los genes Morente y no tuviera buena voz? “Nada. Habría acabado tocando las palmas o haciendo cualquier otra cosa. No sé vivir sin el flamenco, para mí es como el comer”. Por BEGOÑA MARÍN

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Buenos Aires Flamenco ® agradece a:La Gaceta - Interecionomía


 

 



®del texto los autores
® del la ilustarción:
Dibujo a domicilio, grupo integrado por Dani, Javi, Victor, Ron y Daniela

 

 



 


 


 

Fuente: La Gaceta - Interecoonomía